jueves, 2 de junio de 2011

Un paseo por Roma

Hace algo más de un año ya tuve una boda en Italia (véase tema aquí), y aprovechamos los dos días anteriores para hacer un poco de turismo (así que ya va siendo hora de terminar y publicar esta entrada).
Decir que me hubiese gustado acompañar la entrada con algunas de las fotos que tomé, pero la única que he podido recuperar es la de la Fontana di Trevi. Todas las demás son sacadas de internet.


Jueves

Llegamos a medio día, y la primera impresión no fue nada buena. Un aeropuerto sin nada que ver con el de Barcelona, pero que tampoco me voy a poner a criticar pues es fácil acostumbrarse rápidamente a lo bueno que aquí tenemos. Allí mismo nos dispusimos a recoger el coche que ya teníamos alquilado, y todo pareció ir bien hasta que encontramos un gran rasguño en el lateral. Sin dudarlo lo comunicamos, pues no estábamos dispuestos a que al devolverlo nos hiciesen alguna jugarreta, pero este ligero contratiempo nos llevó nada menos que unas dos horas de largas charlas y papeleo, hasta que al fin logramos que nos prestasen un vehículo con las mismas características que el anterior, y no el Seat Panda que nos quisieron encasquetar (básicamente porque era complicado caber allí 5 personas con sus respectivas maletas).

Así pues, nos dirigimos al centro, atemorizados ante la mala conducción de la gran mayoría, dejando pasar a todos aquellos que superaban extremadamente el límite de velocidad, adelantándonos aún en doble línea continua. Si alguna vez habéis creído que la conocida conducción romana era una exageración, os puedo asegurar que para nada lo es.

¿Y cual fue nuestra mayor sorpresa al dirigirnos al hotel? Se encontraba nada más y nada menos que en un barrio que demasiada buena impresión no nos dio. Pero eso no fue lo más curioso, ya que el presenciar un cobro de la mafia italiana, el ver cómo hombres trajeados salían de una supuesta ambulancia, pipa en mano, no tuvo precio. Dejando esto a un lado, el lugar donde nos alojamos parecía estar en un mundo a parte. Un hotel pequeño -pues no era más que un piso apañado apra que cada una de las habitaciones pudieran ser reservadas- pero de calidad, en el cual si encuentras una buena oferta merece la pena aprovechar.

Y a partir de aquí llega lo realmente interesante: el turismo. Nos dimos cuenta rápidamente de que habíamos idealizado soberanamente la cuidad. Demasiado dejada para mi gusto, parecía ser una capital nada atrayente (caso aparte es el casco antiguo, claro está, es donde se encuentra lo verdaderamente interesante). Lo primero que quisimos visitar fue el Coliseo, pues era lo que nos quedaba más cerca. No entramos en él, la gente estaba poco dispuesta a pagar por ello –algún día sabré si fue o no una lástima-. Proseguimos por las ruinas romanas –maravillosas- e inspeccionamos la zona analizando detenidamente los contados detalles de los que nuestra vista se podía alegrar.



Ya a la hora de la cena decidimos acercarnos un poco más al centro, sin llegar a él, y a pesar de que teníamos entendido de que por esa zona todos los restaurantes eran si más no, rozando lo exquisito, nos topamos con uno de lo más normalito. Aún tras la decepción de la comida, el contemplar, al terminar, la Fontana di Trevi bajo la luz de la luna y focos nocurnos, fue posiblemente el mejor recuerdo que me llevé de aquella visita.



Viernes

Despertamos con el Vaticano como objetivo, y el trayecto hasta llegar a él se nos antojó largo y pesado aún yendo rápidamente en metro (metros claustrofóbicos por la gran profundidad a la que se encuentran). Así pues, al llegar al centro de Roma fue lo primero que buscamos, dificultosamente, pues aunque preguntamos nadie parecía estar dispuesto a responder a unos guiris. Una vez llegamos a él, y para no variar, otra de nuestras grandes idealizaciones se hizo mil pedazos. Fuimos directamente a la entrada del museo, por lo que tuvimos el tiempo justo de fijarnos en la parte trasera de la edificación, tan pobre y descuidada que resultaba imposible creer que se tratase del mismísimo Vaticano –de todos modos, esta impresión se desvaneció en cuanto nos dirigimos a la fachada-. Pero antes describiré el interior del museo. Para nuestra desgracia, por culpa de las múltiples restauraciones nos perdimos gran parte de su contenido, pero como todo buen extranjero nos conformamos con ver la Capilla Sixtina. Puede sonar repetitivo, pero fue otra decepción. No por el arte envolvente que te fascinaba nada más pisarla –cada una de las pinturas me dejaron francamente fascinada-, sino por el cúmulo de gente, la oscuridad y el alboroto agobiante que no te dejaba disfrutarlas. En cuanto a la fachada y la plaza de San Pietro diré que posiblemente fue o que más disfruté aquel día, ya fuera por el aire fresco o las fantásticas vistas.



Después de esto, y como último objetivo (no tuvimos más que 3 horas para ver cuanto pudiéramos), decidimos ir al Panteón. Nos encontramos con un andamio que nos impedía las vistas de la entrada principal, así que tampoco opinaré al respecto. En cuanto a su interior, era pequeño y cálido, y el óculo del techo hacía que entrara una luz tenue muy acogedora. Tal vez sea por mi afición a las iglesias i decorados religiosos, pero salí de allí con un buen sabor de boca.



Aún así, y aunque parezca que lo pinto todo terrible, para nada estuvo tan mal. Es cierto que nos llevamos nuestras decepciones, y me ha quedado claro que es mejor no idealizar ningún lugar, pero aún así marché de allí con ganas de volver. Tal vez tuviera mucho que ver el hecho de no haber visto gran cosa, y que lo poco visto fuera deprisa y corriendo. Ahora que ya sé lo que me voy a encontrar, la próxima vez intentaré disfrutarlo con más tranquilidad.

1 comentario:

  1. uoooh , yo tambien quiero ir *__*
    si e sque yendo con prisas poco se puede disfrutar u_u pero bueno, ¡al menos viste cositas!

    Y eso que solo pudiste recuperar una foto? Se perdieron? T_T

    Cuando vuelvas lo disfrutaras mejor ;D jejeje

    ResponderEliminar